El visón americano asilvestrado: la nueva pieza en el puzzle del COVID

Las especies exóticas (no autóctonas) son un problema al que la comunidad científica se enfrenta desde el Convenio de Berna sobre la Conservación de la Vida Silvestre y los Hábitats Naturales en 1979. Sin embargo, hace unos meses una especie exótica concreta se hizo aún más popular, al acabar bajo los focos de COVID-19. Se trata del visón americano (Neovison vison). Esta especie fue introducida en Europa desde Norteamérica para la cría de pieles en el siglo pasado y se asilvestró tras múltiples fugas y liberaciones, distribuyéndose en casi todos los países.

Hasta ahora, la preocupación por el visón americano asilvestrado en Europa estaba vinculada principalmente a la conservación: los animales exóticos pueden adaptarse muy bien al nuevo entorno, compitiendo con las especies autóctonas y desplazando a otros carnívoros como, en este caso, la nutria o el propio visón europeo, y perjudicando a poblaciones de presas como la rata de agua o las aves acuáticas. Por otro lado, el visón americano no es, afortunadamente, una preocupación seria por la introducción de nuevas enfermedades entre los animales, como suelen ser las especies exóticas. Esto se debe a que, al proceder de ejemplares de granja (que suelen ser tratados contra todo tipo de microorganismos), es más difícil que introduzzan en la naturaleza cualquier nuevo patógeno. Aun así, existen evidencias de la circulación salvaje de un Parvovirus específico del visón importado de Norteamérica, responsable de una patología denominada Enfermedad del Visón de Aleutiana (que se presenta como una neumonía mortal en las crías y como una enfermedad inmunomediada en los adultos). Se trata de un gran problema en las explotaciones de visones y, una vez en la naturaleza, también puede transmitirse a otros mustélidos salvajes (garduña y marta, tejón, turón…).

De todos modos, el «asunto de la enfermedad» está muy lejos de desaparecer. Aunque desde abril estaba claro que los visones americanos de granja podían ser infectados por el COVID-19 (de una forma tan sencilla como que un trabajador tosiera cerca de las jaulas), a finales de verano del 2020 en Dinamarca ya se observó que la variante del virus en los visones no sólo se transmite hacia los humanos, sino que también parece ser más difícil de combatir por el sistema inmunitario (y por tanto, ¿podría llegar a afectar a la vacuna?).

Al ser la propia especie susceptible al virus, es muy probable que se produzca una transmisión desde los humanos o los visones de granja hacia los asilvestrados. De este modo, el virus comenzaría a circular en la naturaleza. Una prueba definitiva de esto vino de Utah, donde el 13 de diciembre 2020 se reportó el primer caso de COVID en un visón salvaje.

En resumen, tenemos un potencial reservorio salvaje de COVID-19 en Europa y una especie exótica e invasora. ¿Cómo nos enfrentamos al problema? Nuestra principal arma son las propias medidas de control que están tomando la mayoría de los países europeos, consistentes en la monitorización y el sacrificio selectivo: al reducir el número de la población, también pueden ayudar a contener la propagación del virus entre los visones americanos asilvestrados. Para un plan de control adecuado, debería emprenderse una vía de actuación común en todo el continente. Desde este punto de vista, es fundamental una recopilación armonizada de información sobre la presencia del visón para cartografiar su distribución: esto representaría la base de cualquier plan de acción posterior.

by Rachele Vada

El feed de Twitter no está disponible en este momento.